Le tira una flecha, y le acierta,
y sabe que es otro perdido para sí. Otros dos en realidad, porque allí él es el
único impar, Cupido artífice del amor, con un carcaj cada vez más vació y sin
respuestas.
Antes recogía flechas en lo
cementerios, nuevas, fortalecidas, llenas de plumas y bien afiladas después de
años de esmerado cuidado, pero ahora cada vez hay menos. Los despachos de los
abogados son sus propios cementerios, allí apenas encuentra restos despuntados
no reutilizables.
Y no puede dejar de tirar. No,
porque las flechas necesitan distancia para cumplir su función. Tiene el cuerpo
lleno de cicatrices de sus intentos de fuga, pero es inútil, los palos se
parten y le dejan indiferente, incapaz de experimentar el amor ni hacia él, ni
hacia ella. Que no es que los ángeles no tengan sexo, que no es en ese sentido,
que tienen un alma abierta.
Y Cupido, una herida aún.
Apunta y dispara.
dios, adoro la mitología, y la gente que sabe leerla mejor. aaay, se me ha encogido el alma ><
ResponderEliminarque linda entrada! te felicito, hermoso blog, te espero en el mio, beso grande!
ResponderEliminar¡Mandarina! Hace años que no entro por aquí, desde... 2011. He querido ver cómo estabas, y aquí te veo, escribiendo de Cupido. Cuánto me alegra.
ResponderEliminarUn beso,
Noa